Alexis Mischis cuenta su historia en primera persona

Juega el celeste, y en Brasil que lo parió!

Fútbol, solo fútbol, si ya lo sé….pero mucho más en dos destinos que se van cruzar.

Asado con amigos, gana el Pirata en Curitiba, pensar que no pude arreglar con el laburo para viajar, un sueño cumplido hubiese sido, extasiado festejo, brindis con fernet. Fútbol, solo fútbol, si ya lo sé….pero mucho más en dos destinos que se van cruzar.

Coincidencias.

Medianoche llego a casa, cansado pero feliz, increíble que algo tan básico como la redonda logre tanto en uno. Básico si, ya lo sé, que me van a hablar de amor. Me acuesto, la Pato y los chicos duermen,  la Cele no está, festeja el día de la primavera con sus compañeros de último año del cole. Que suerte!!!!  Como me gusta el día de la primavera. Tanto pero tanto, que debiera ser feriado nacional, así como el 1° de mayo, mínimo no? Pero que se la va a hacer, te ponés viejo y nostálgico como si ya no pudieras festejar la primavera.

Zonceras de uno, que va.

No me puedo quejar estoy feliz, soy feliz, gano Belgrano a lo Belgrano y en un 21 de septiembre, tanto es así que sin darme cuenta tarareo “en septiembre tu fuiste mía y ahora todo es melancolía………como extraño tu corazón”, en tono de cuarteto y con una sonrisa dibujada me duermo. Ya son la una y mañana temprano a laburar.

Bien de madrugada, me despierta exaltada la Pato, escucho ruidos me dijo muy asustada. La noté diferente, no como otras veces de mil falsas alarmas. Salte de la cama, coincidencia del destino esa noche me dormí vestido, solo con un jogging, la parte de abajo, hacía calor.

En la puerta de la pieza hay una luz que me encandila y no me deja ver. Una linterna en la cara, no entiendo nada y de pronto…….gritos muchos gritos, todo enloquecido, desmadrado………mi esposa intenta avisar a los vecinos por la ventana y no le sale la voz de lo asustada que está. Yo, desesperado me sale algo gutural de la garganta, cavernícola diría.

Y así empezó todo, la película que nunca quisimos vivir, el final que nunca debía ser. Manotazos y empujones, es lo primero a lo que atiné. No me importaba nada, solo descargar esa adrenalina, no sentía ira pero sin un instinto natural, no era miedo pero sí algo que nunca había sentido. Solo quería zafarme y defender a mi manada. Trabado en lucha, cuerpo a cuerpo, siento una fuerza descomunal en frente, mis ciento treinta kilos no me ayudan y siento los brazos como si fuesen de algodón, lo mismo mi cara y el cuerpo……sin dolor.

Siempre hice actividad física y si bien algo de agilidad tengo, no mucha. El caño frío del arma en mi frente me paralizó. Entro en mí, trato de tranquilizarme y de serenarlo, trato por lo menos. En la pieza de abajo lo sentimos a Josecito, el más chico, el mimado por todos, dentro de sus nueve años pregunta qué pasa. Su voz es suave como pidiendo permiso, raro en él.

Está ahí parado, encapuchado. Es flaco pero pura fibra el loco, lo pude sentir en el fragor de la lucha. Está fuera de sí, pero en forma tranquila le dice a Patricia que vaya con los chicos en los cuartos de abajo, que no va a pasar nada. Felipe y Guadalupe, adolescentes de quince y trece años, dormían como si nada sucediera. Hoy lo veo como un acto reflejo de supervivencia, suerte que así fue. A mí como un loco desbocado me repetía dame la guitaaaaaaaaa!!!!!!!!! Pensá en tu familia culiaoooooooooo!!!! me pegaba sin que sintiera nada. Brutal conmigo y pacífico con ella, contradictorio como es la vida, no?

No sé, difícil de racionalizar pero sentía humanidad ante tanto descontrol y delirio. Siempre lo había pensado así, antes de que nos sucediera esto. Es como criamos a nuestros hijos, pensando en el otro, que supieran que hay realidades muy duras y que por eso pasan estas cosas. Todos somos víctimas, premonitorio y anecdótico a la vez. Tal es así que la semana anterior lo habían querido chorear a mi viejo en la puerta de su casa, en Córdoba. Un típico arrebato y reaccionó empujándolo al guaso, logro meterse adentro y cerrar la puerta. Zafó. Me enojé mucho con él, de cómo había reaccionado. En lo que le podía haber pasado, que la sacó barata. Y así es todo, hoy luchando como un león enjaulado dentro de mi propia casa y con lo que más quiero en la vida en peligro.

Todos los días se aprende algo nuevo, no sabes cómo vas a reaccionar hasta que te pasa.

Como en un estado de shock pero a la vez tranquilad le decía, casi como retándolo haciéndome cargo de la situación. “No ves boludo que le erraron al dato que te dieron, no tengo plata estoy seco, es más si tenés préstame!!!!!!  Casí con una falsa sonrisa desencajada y diciéndole encaralo por otro lado, no seas boludo. La temporada baja en la heladería había sido malísima, el frío y la crisis pegaron fiero. MMLPQTP. Le ofrecí que se lleve todo, el auto, lo que encuentre, hasta lo que no tenía. Solo quería plata, la merca lleva a eso.

La puta que lo parió maldita falopa y nadie se hace cargo.

Todo carecía de valor, menos la Pato y los chicos, era lo único que me pasaba por la cabeza. Como librarlos de esto, me sentía tranquilo sin miedo. Como si fuera una de esas películas de Hollywood, un thriller. Solo quería que todo terminara, pensaba en ellos, zafar y abrazarlos. No escuchaba al Feli y la Guada, eso me preocupaba. Me daba la pauta que era uno solo el que había entrado, imagino que si había más se fueron cuando escucharon los gritos, que los vecinos darían alerta a la policía y se fuera todo al carajo. Eso no sucedió.

Ya maniatado de brazos y pies, me dejo encerrado en el baño y bajó. Las cuerdas quedaron flojas y me desaté. Noté que él también estaba muy nervioso.  Qué hacer? Dudé. Era muy fácil escapar por la terraza, una puerta me comunica directamente, pero no podía dejarlos solos. Me quedé parado en la puerta del baño y cuando volvió a subir le hice un gesto con las manos. Lo mire y me ahorre palabras. Ahí si me volvió a maniatar con fuerza las manos, los pies también y con una remera me encapucho. Ahora estábamos a mano en algo, los dos encapuchados, los dos con miedo, los dos queriendo que esto termine rápido. El con lo suyo, yo con los míos.

Subía, bajaba, hacía ruido, tiraba cosas. Cada vez que se me acercaba me insultaba, me decía que yo no quería a mi familia, que le diera la plata. El tiempo pasaba, es más no pasaba. La noche cerrada no me dejaba ver ni pensar que hora era. Cuando lo tenía cerca me pateaba, no sentía nada, solo trataba de anticiparme al siguiente acto. Tal es así que logré convencerlo de que fuéramos a un cajero automático, había que salir de la casa como fuera. Si me llevaba a mí, ellos estarían a salvo, es lo que pensé y de ahí en más actué en consecuencia.  El la tenía clara de que teníamos un negocio pero no que yo trabajaba en un Banco, por suerte. Pero que iba a hacer yo cuando me sacara las ligaduras? no sentía las manos por falta de irrigación.

Necesitar sus dos manos para desatarme. Y el arma, la que no soltó en ningún momento, como una extensión natural de su brazo derecho. Me preguntaba. Como lidiar con todo, apuntarme y desatarme a la vez. Estaba tan duro de la falopa que no podía con la cuerda, me impacientaba, tenía que seguir con mi plan. Es el resquicio que necesitaba. Para mi adentro pensaba, sino me liquidó hasta ahora no lo hace más. Y arremetí.

Todo estaba más claro, seguramente ya amanecía.

Ya liberado de mis ataduras me lancé hacia el como un león enjaulado. Parece una frase hecha pero así es como me sentí. Terminar con todo esto sin medir consecuencias, es lo único que me pasaba por la cabeza. No lo quería lastimar, solamente desarmarlo y que se vaya. Cómo es sentir odio? Rompiendo todo lo que se nos interponía logre aprisionarlo contra la pared en la diminutez del baño. Pero me era imposible hacerle soltar el arma, engarrotado el puño no se lo podía aflojar de ninguna manera. Tal es así que se me zafó y en una media vuelta como pelea grecorromana sentí el frío nuevamente el frío del caño, ahora sobre mi estómago. Cerré los ojos como pidiendo pido y para mis adentros me maldecía y el me puteaba a los gritos. Ahí, sin ya percibir que un arma nos ponía en desigualdad de condiciones hizo que logra encerrarlo en la pieza y yo queda afuera. Empecé a gritar para que se fueran y estar solo con él, sin que nadie se interponga en el desenlace. Para mí todos se habían ido ya, aunque solo fue la Pato y los chicos estaban escondidos en una de las habitaciones. Salió a buscar ayuda y llamar a la policía.

Estás loco me decía, como queriendo él ya terminar con todo este desquicio. El cansancio nos podía a los dos, no dábamos más, una tregua por favor.

Empezó otra historia, la huida.

Se me vencieron las manos, las tenía moradas por las ataduras, y abrí la puerta. Salió enfurecido y mientras me floreaba la cabeza a culatazos me obligó a bajar por la escalera, sentía su impotencia y bronca. El me gritaba y me insultaba, pero yo percibía que ese odio en realidad no era tal, sino impotencia y bronca porque se desmadró todo. Sin sentir dolor, solo con el calor de la sangre a borbotones por mi cara, atine a decirle agarra todo y ándate. Llevate el auto. Vos te venís conmigo me contestó en seco, vamos a Córdoba, a un cajero a buscar la guita. En un momento yo se lo había ofrecido, ahora que lo pienso. Partimos como locos, en mi pensaba que de Despeñaderos no salía, necesitaba tiempo. Empecé a andar en círculos por el barrio y desaforadamente por las calles de tierra como para llamar la atención de alguien de algún vecino. Fueron unos minutos y la ironía del destino hizo que cambiara la ruta, que tomara otra calle paralela, la que después supe que volvía Celeste con compañeros del cole que la acompañaban. Pudo haber sido una tragedia aún mayor. Otra predestinación, al cambiar de calle y chocar con una piedra que me revienta un neumático, todo en medio de la histeria que lo embarcaba y la serenidad que tenía porque sentía, ya a esa altura de que todo iba a terminar razonablemente. En medio de todo eso veo unas luces de frente que me encandilan y alcanzo a divisar que es un patrullero.

Y otra fue la historia, detengo el auto y me abalanzo contra él, todavía ni me imaginaba quien era. Forcejeo para sacarle arma, sin importarme nada a esa altura. Queda el auto cruzado en el medio de la calle y cuando él se baja del lado del acompañante de frente hay una mujer, una mujer policía. Alto, alto!!!!!!!! Repite mientras me tiene apuntado en la cien y grita: andate que lo quemo!!!!!!!

Sentí el cric, cerré los ojos y se escucharon estampidos ensordecedores. Sin entender nada veo que retrocede y hace como que dispara a la policía. Después cuando todo termine, o empiece voy a entender porque la bala no salió en mi dirección y el impacto lo tenía el. Fueron dos segundos en los que me pude bajar por el otro lado del auto mientras seguía la balacera. Al intentar resguardarme y salir corriendo en dirección contraria, otro policía me detiene y me apunta. Al que desesperado le grito, no ves que no soy yo a quien buscas, ayudala a tu compañera. Ya todo se había desmadrado y sentado en la calle de tierra, al costado, empecé a llorar desconsoladamente. Como nunca lo había hecho, como nunca lo sentí. En el frío del amanecer, con el sol en ciernes, no sentía frío. Un poco porque el corazón me galopaba a mil y por la sangre que me brotaba de la cabeza. En eso aparece la chica llorando como un alma en pena y le pregunto si están bien. Yo sí, me contestó. El me parece que está muerto y la abracé. Al rato supe que era el Jhony el que yacía tirado sin vida. Jhonatan Villafañe, 22 años, un chico del pueblo con problemas con la justicia. Se me desplomó todo, como una repisa en declive, esas que sabes que no van a durar mucho en pie. Que hicimos como sociedad, donde estaba el Estado, todos somos culpable de estas cosas y no nos damos cuenta, que hacemos para que no sucedan más. El era fanático de Belgrano como yo, su última publicación en el Face fue con sus amigos comiendo un asado, tomando fernet y viendo el partido, como yo. Un par de horas antes de este trágico final. Entre las cosas recuperadas estaba una camiseta de Belgrano. Si las cosas hubieran sido distintas, el destino nos hubiera encontrado en otra parte, quizás en Brasil festejando en la misma tribuna….ojalá.

Todos en Despeñaderos sabíamos quién era. Hacía poco que salió de la cárcel, aunque estaba judicializado desde chico. Nos tenía a mal traer, conocía a su mama, no en forma cercana pero sí a otros familiares, tíos y primos, la abuela, con los que comparto amistad con algunos, laburos con otros, asados y cumpleaños en muchos momentos. Seis hijos y una vida de dificultades. Tal es así que mi amigo el Fiaca y tío del Jhony se me acerca y me dice apenas llega, la mamá del Jhony quiere saber cómo están y que por favor la perdonen. Yo, nosotros, no nada de eso. Lo único que se me paso por la cabeza fue lo que sentiríamos nosotros ante la pérdida de un hijo. Dale mis condolencias le dije sin más. Con el tiempo tratamos de acercarnos, nos comunicamos por tercero y quedamos en tal vez un día, siempre respetando su momento, de juntarnos.

De ahí en más hospital, curar heridas, veinte puntos en la cabeza y saber que en casa estaban todos bien. Volver y abrazarlos, ver que todo era un caos, un desastre como en esas películas hollywoodenses de catástrofes. Y en el devenir del caos de gentes, policías, vecinos, medios doy vueltas y no creo lo que pasó, no caigo. Repaso la escena, hago todo el camino, recreo cada escena y al final en el último lugar donde todo empezó a desencadenarse, el baño, veo tres balas de 38. Las que se cayeron en la pelea por obra del destino, las que no decretaron que estuviese ahí en ese instante.

Un frío estremecedor me abrazó y puedo jurar que por mucho tiempo permaneció ahí.

Como una vorágine el tiempo empezó a pasar sin tiempo, todo era efímero, periodistas, medios, todo sitiado. Decidimos no hablar con la prensa, solo queríamos recomponernos, pensar en los chicos. Salir adelante. Pero cómo??? Cada vez era más difícil, más llamadas, el teléfono descolgado, la puerta cerrada. No podíamos abstraernos, encima esto de las redes, todo nuevo. Los chicos lo iban siguiendo y comentando todo, lo que ocurrió pero peor lo que se opinaba. Como desconectarlos, un imposible.

Llegó la noche y el momento más duro, no pudimos pegar un ojo, ninguno. Amaneció y con la Pato nos miramos en igualdad de condiciones, desvelados. Pero además, veníamos pensando lo mismo y no nos dejaba de dar vueltas. Algo teníamos que hacer. Éramos los protagonistas de una historia que no quisimos ser ni estar. Pero que el destino o lo que puta sea nos puso ahí. En medio de miradas y pocas palabras, las que nos habilitan veinticinco años de convivencia, apreció Rony Vargas en la puerta de casa (es uno de los periodistas más influyentes y de uno de los medios más importante de la provincia). La Pato me miro fijo y me dijo andá y hablá, tenemos mucho que decir.

Todos somos víctimas, somos Víctimas por la Paz.

 

 

 

 

 

 

 

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