Ey Colo, te acordás de mí? (por Damián Ezequiél Mereles)

Siempre es muy fuerte entrar a una cárcel. Esta vez somos Claudia López, Pablo Perez y yo. Los tres nos acabamos de conocer en la puerta y ya estamos recorriendo los pasillos de la Unidad Penitenciaria N°9 de la Ciudad de La Plata. A medida que ingresamos, las puertas, pesadas y de fierros gruesos, se van cerrando a nuestras espaldas. En la entrada ya dejamos las billeteras, las llaves y los celulares. No está permitido ingresarlos. Nos vamos alejando poco a poco de la calle y nos vamos acercando al lugar donde viven más de mil jóvenes y adultos privados de su libertad. Hoy vamos a conocer a treinta de esos chicos, que son los que realizan junto a Claudia el programa de radio Voces en encierro.

Esperamos media hora a que los bajen de los pabellones, el clima está tenso. Hubo una discusión entre un guardiacárcel y un interno y todo se demora un poco más de lo habitual. En un momento empezamos a verlos entrar. Uno a uno se van acercando. Nosotros estamos en el SUM, que es el lugar donde funciona la radio y donde hace poco menos de una hora se despidieron de las visitas de sus familiares. Se van presentando, nos saludan con respeto y muy afectuosamente. En su mayoría son chicos de entre 20 y 25 años, con casacas de los clubes de fútbol de los cuales son hinchas y en bermudas o pantalones de jogging arremangados. Hace calor.

Pablo es alto y colorado. Fue jugador de Básquet y concejal. Trabaja en la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires y en UNICEF, como parte de un equipo interdisciplinario que analiza y comenta las encuestas que la organización hace en la región.

-¿Fuiste a Burger King? Le pregunta Mauro, uno de los pibes presos. Comienzan a reir de a poco y Pablo también se ríe y retruca. Sí, fui, pero me tuve qué levantar las mangas de la remera, para qué se den cuenta de qué no estaba teñido. Nos reímos todos juntos de la escena y continuamos. Burguer King sacó hace un mes una promoción para los colorados, culturalmente señalados cómo “mufa”, de mala suerte. La empresa generó revuelo tras publicitarse dando Wopper gratis a los colorados qué vayan a comer a cualquiera de los locales que la empresa tiene en el país.

Pablo pertenece, además, a la organización no gubernamental Víctimas por la Paz, que contiene a personas que sufrieron delitos pero que, a diferencia del prejuicio que se tiene de las víctimas (sedientas de venganza y castigo), pudieron transformar el dolor en acciones positivas. En 1998 quisieron robarle a su papá, un proveedor mayorista de artículos de kioscos, los $20 que tenía encima. Se resistió y le dispararon a quemarropa. Murió camino al hospital. Ahora está en la cárcel contando esta historia.

Además de su trabajo, Pablo hace tareas solidarias en los barrios, es el ideólogo del plan de desarme comunal a cambio de mercadería en los barrios de la periferia platense. Pablo vio una problemática en su territorio: altos niveles de violencia y conflictividad, problemas que terminanresolviéndose con la mediación de armas de fuego. Entonces propuso un plan de desarme a cambio de dinero en efectivo (la plata que otorga el Anmat) más bolsones de mercadería a cambio del arma que tienen las personas en su casa.

En una de las recorridas que hace habitualmente por las barriadas platenses, Pablo terminó en el barrio El Dique, entregando mercadería en la puerta de la casa del asesino de su papá. Allí pudo conocer a una de las hermanas del victimario, a quien no dudó un segundo en ayudar como al resto de los vecinos. Al observar en detalle el lugar, la casa donde se crió el asesino, comenzó a pensar cuál será el camino que recorre una persona para terminar matando. “Esto no justifica para nada. No se trata de eso, sino de comprender, qué es lo que hay detrás de la mano quegatilla. Sin dudas, en principio, una persona.” – asegura.

El discurso de Pablo interpela y emociona. Da cuenta de la capacidad de estas personas de convertir el dolor en otra cosa. Está ahora en medio del patio, de espaldas a las celdas, hablando con ladrones y asesinos, acerca de seguridad, solidaridad, organización, lazos sociales, recursos y superación. De cómo ganarle al sistema. Nos vamos despidiendo y ellos nos muestran los murales que acaban de pintar usando las técnicas del dadaísmo y tapitas de gaseosas. La semana que viene van a pintar las mesas con dibujos al estilo de Milo Locket.

Antes de irse dice unas palabras. “¿Saben cual es mi sueño ahora? Estoy mirándolos a ustedes y solo pienso en una cosa. Recién cuando iba entrando estaba pensaba que nunca quiero estar acá. No por miedo, sino porque es angustiante. Ustedes ya lo sabrán. Capaz algunos no me den bola, pero me encantaría encontrarlos algún día afuera y que me caguen a puteadas. Que me griten -Ey, Colo, te acordás de mi? Estaba en cana en la Unidad 9 y ahora estoy acá laburando.

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